Era, como se puede apreciar en la foto, un moco cuando mis aitas me apuntaron a un gimnasio de Basauri. No recuerdo exactamente el tiempo que estuve, solo que llegué a tener cinturón verde. Es más, aunque me aprendí cinco o seis "katas", a día de hoy todavía sería capaz de hacer las dos primeras, "jeyansodan" y "jeyannidan". La verdad que no tengo un mal recuerdo, hacíamos ejercicios, katas, escuchábamos leyendas sobre los creadores de este arte marcial, jugábamos,...
Todavía me acuerdo de una exhibición que hicimos un día en el que me fui super contento y orgulloso a casa con la medalla que nos dieron colgada al cuello, medalla que todavía hoy conservo.
Hice bastantes nuevos amigos, pero llegó un momento en el que me apetecía hacer kárate junto con mis amigos de clase, pues esta disciplina era una actividad que ofrecía el colegio como extraescolar. Pues bueno, fue lo peor que pude hacer. El profesor (por llamarlo de alguna manera) era de lo peorcito que he conocido en mi vida, un pedazo de saco de escoria que si lo hacíamos mal incluso nos daba algún capón el muy acomplejado. Vamos, todo un deshecho de persona. Como podeís imaginar tanto yo como muchos compañeros, duramos con ese residuo apenás dos asaltos.
Con el kárate, aunque no me disgustaba e incluso en el primer gimnasio me lo pasaba bien, no sentí que me llenaba completamente, pero ya había probado la droga del deporte y era demasiado tarde para parar.
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