jueves, 7 de febrero de 2013

Deporte, dopaje y educación.

Hace pocas semanas, los que amamos el deporte en general  y el ciclismo en particular recibimos una triste noticia. Lance Amstrong, siete veces consecutivas dominador absoluto del Tour de Francia, confesó lo que siempre había negado, que durante años recurrió a prácticas de dopaje. Que pena da que un deporte tan maravilloso lleve años ganándose una mala fama.

Y que mala casualidad, justamente aquellos que en teoría deben servir de espejo para los jóvenes  niños, son muchas veces los que menos ejemplo dan. ¿Qué pensará aquel chaval que tenía a Amstrong como ídolo? ¿Y aquel que decoraba los papeles de su habitación con pósters del tejano?

Debido a esto  a otras cosas más, cada día siento menos simpatía hacia el deporte de "alta competición". Muchas veces me pregunto qué es lo que les lleva a esas personas a doparse. No lo sé exactamente, puede que reciban presiones por parte de algunos sponsors, que carezcan de personalidad y criterio propio, que tengan un ansia de reconocimiento desmesurado,.... Seguramente será una combinación de todo...

Muchas veces el deporte de élite va de la mano de la corrupción, se toleran ciertas prácticas de dudosa ética y legalidad. No hay más que ver el transcurso del juicio del caso "Operación Puerto". El principal acusado dispuesto a dar los nombres de sus clientes, pero no le permiten hacerlo. ¿Por qué? ¿Acaso a algún estamento no le interesa que se sepa toda la verdad?

Es por todo ello por lo que siento cada vez más admiración por aquellos deportistas populares que no tienen necesidad de salir en el periódico, que no necesitan un día sí y otro también recibir una palmadita en la espalda diciéndoles lo guapos que son y lo bien que lo hacen.

Tengo predilección por esas personas que además de cumplir con su correspondiente jornada laboral de ocho horas y de atender sus obligaciones familiares, sacan a cualquier hora intempestiva un rato para preparar una carrera de la que muy probablemente no saquen rendimiento económico. Eso sí, el rendimiento y satisfacción personal puede que sea enorme.

Me gustan esos deportistas que una vez superada la treintena sienten una gran ilusión al entrenar para hacer su primer triatlón.

O ese aitite que no falta a su cita diaria con uno de los montes cercanos a su casa. Incluso se anima a participar en numerosas marchas de montaña y en algunas carreras populares.

Desde aquí mi más sincero reconocimiento a todos los deportistas populares.

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